La siguiente crónica está dedicada a Jesús y Puri, dos moteros con mucha fuerza. Les deseamos mucho ánimo y les damos un fuerte abrazo. ¡Gracias por seguirnos!
3 de agosto, sábado. 370km. Khojan-
Samarcanda.
Nos levantamos temprano y parece un buen día,
con una temperatura agradable. La ciudad está tranquila y muy poco tráfico.
Repostamos y nos dirigimos a la frontera.
A menos de 100km llegamos a la frontera
tajika, muy amablemente nos invitan pasar a una habitación con aire
acondicionado y tras entregar los pasaportes y el papel de circular por el
país, nos piden 10$, les decimos que no entendemos que ya pagamos a la entrada
30$ (en realidad pagamos 10$) pero insisten, como estamos de buen humor,
pagamos pero salimos cabreados, les digo que en ninguna frontera hemos tenido
que pagar ni para entrar ni para salir, sólo en la suya, que así va muy mal el
país; de allí pasamos al control del pasaporte, donde nos ponemos en una cola,
pero un amable policía nos pide los pasaportes y los pasa por una puerta, al
poco nos los da sellados y podemos continuar. En total no tardamos más de 20
minutos.
Después llegamos a la de Uzbekistán y al
principio muy bien, la primer parada es para pasar un baño (charco) de producto
“desinfectante”, tras pasarlo nos piden los pasaportes y 10$ por el “exquisito
baño”. Nos hacemos los tontos y que parece caro, al final pasamos sin pagar. En
las oficinas pasamos a una ventanilla donde comprueban los pasaportes, aquí la
gente nos deja pasar amablemente. El policía no para de mirar y remirar los
pasaportes, pasar el dedo por el sello, pero finalmente los sella. A
continuación tenemos que rellenar los papeles y pasar por el escáner, hasta
ahora todo bien, pero por la ventana escuchamos una voz que dice “mister” y nos
señala la moto. Salgo y me dice un policía con aires de superioridad, que tengo
que pasar las maletas por el escáner, los cascos, la bolsa sobredepósito,… así
que decido quitar las ruedas y los asientos y pasarlos también (formé una cola
de piezas interesante). Una vez pasados por el escáner, abierta la maleta de la
ropa y vista por encima, acerco la moto para subir las maletas y no tener que
cargar con ellas, y llega otro agente muy estirado que me indica que llevara la
moto hacia atrás, le pregunto cuántos metros y me dice que 8 metros. La pongo
donde me dice y me vuelve a preguntar si he pasado todo por el escáner, me dice
que quite los paneles del depósito y varias piezas más. Ya llevo un rato
cabreado y le respondo que para eso necesito una herramienta especial, que no
la tengo; si quiere que desmonte eso que me traiga la herramienta o que venga
un mecánico. Al final, deciden traen el perro, cosa que deberían haber hecho
desde el principio, para detectar drogas. Por supuesto, no se detectó nada, ya
que vamos sin ningún producto ilegal. Como veíamos que estaban dando vueltas
con nuestros papeles, decidimos acomodarnos y tomar unas galletas, jugar con el
perro y descansar un rato. Al final, el más simpático fue el perro.
Cuando salimos de la frontera, nos paró otro
policía. Nos pidió hasta el DNI y si teníamos fotocopias de los pasaportes y el
DNI. Como no las teníamos, mandó a un chico a hacer dichas copias. Al terminar
nos indicó en el mapa la mejor ruta para ir a Samarcanda, es por Vuka.
Llegamos a Vuka y buscamos una tienda
de Beeline para comprar una tarjeta de datos. Al entrar, María le pregunta si
puede pagar con tarjeta y dónde hay un
banco. Nos dice que el banco está cerrado y que hasta el lunes no abrirá. Cuando
nos pregunta hacía dónde vamos, le indicamos que a Samarcanda pero que no hemos
visto el desvío en la ciudad. Se monta en el coche y nos dices que le sigamos,
cuando estamos antes el desvío y nos vamos a despedir, nos comenta que si
necesitamos una tarjeta de Beeline el nos la da. Así que volvemos a la tienda y
allí, mientras gestiona las cosas nos traen una garrafa de agua fría (teníamos
los camelbag vacíos) y nos ofrecen refresco. Es genial encontrarse con personas
como Ditto (que es como se llama nuestro amigo) y su hermano.
A los pocos kilómetros de salir de Vuka nos
topamos con otro control, estamos 30 minutos. Los agentes simpáticos, conversan
con nosotros y nos regalan un melón, el cual degustamos kilómetros más
adelante. Aquí también mandan a un chico a fotocopiar nuestros documentos.
Por fin llegamos a nuestro B&B en
Samarcanda, está justa al lado de la misma plaza Registan. Nada más meter la
moto en el patio nos ofrecen té y sandía, por el calor que llevábamos en el
cuerpo, lo primero que devoramos fue la sandía.
Después de deshacer el equipaje y ducharnos
salimos a conocer el centro de Samarcanda. Es una ciudad monumental y
turística, bonita en general y con muy buen hambiente.
En nuestro alojamiento conversamos con un
grupo de japoneses, de los que 2 ó 3 saben español, la ruta que llevan ellos es
la misma que hemos recorrido nosotros.
Por la noche queremos salir a cenar por allí,
encontramos un sitio típico y agradable, se nota que es al que los “guiris”
solemos acudir, aunque también se encuentran locales. Unos shashlik y unas
cervezas son nuestro alimento.
4 de agosto,
domingo. 0 km. Samarcanda.
Nos levantamos con calma, hoy descubriremos
Samarcanda. El desayuno es espectacular: dos tipos de pan, té, café,
mantequilla, miel, arroz con leche y yogur casero.
Después de recargar nuestras baterías, toca
recargar la tarjeta datos con 1GB será suficiente. Unos 9$ es su precio.
La temperatura acompaña, no es extremadamente
alta y permite pasear por distintas partes de la ciudad. Tras visitar varios
monumentos nos dirigimos al complejo Registan, allí pasamos de la caja y
continuamos caminando. A los pocos metros nos paran un par de policías, el
supuesto encargado y el de la tienda de suvenires; nos indican que tienen
entradas más baratas que en la caja oficial. Tras un pequeño paripé conseguimos
entrar por 5.000 Som (2€ al cambio). El juego que hacen es muy simple, ellos
controlan el acceso y cuando la gente entra con los ticket comprados en la caja
oficial, ellos se los quedan y son los que luego te venden. No es la primera
vez que hemos visto a policías actuando tipo mafia, en los controles de
carretera paran a la gente de forma aleatoria y con gestos de superioridad, aunque
no hayan cometido ninguna infracción los retienen un buen rato; al final, la
gente suele regalarles pan, fruta y otros obsequios (los que tienen más prisa
van con fajos de billetes). No obstante, con nosotros siempre han sido muy
simpáticos.
Para comer nos fuimos al restaurante de la
zona, como apunte curioso decir que tiene unos pavos paseando por allí. Tomamos
unos kebab estilo shashlik, una ensalada y una cerveza local (María se tomó una
Fanta en botella de los años setenta, pero con contenido actual).
Después de descansar abusando del aire
acondicionado de nuestra habitación, nos pusimos a procesar y subir los videos
para las crónicas de Tajikistán.
Al terminar los videos, nos pusimos con
algunas cosas de la moto: apretar algún tornillo, revisar distintos puntos,
etc.
Por la tarde-noche, en el buen patio cubierto
de parras del alojamiento, estuvimos informando a nuestros amigos de Japón
sobre la ruta que iban a pasar. Les enseñamos algunos de los videos que
habíamos grabado y les dimos unos pocos Somoni tajicos que teníamos. El Som uzbeco tiene poco valor, con la necesidad de llevar siempre un fajo de billetes.
Nos acostamos temprano, al día siguiente
queríamos madrugar algo.
5 de agosto,
lunes. 270 km. Samarcanda – Bukhara.
Como la noche anterior dejamos todo
preparado, solo tuvimos que desayunar y despedirnos de nuestros anfitriones, el
alojamiento B&B Bahodir es extraordinario.
Aunque teníamos combustible de sobra,
decidimos llenar el tanque cuando encontráramos una gasolinera con combustible.
Parece ser que en Uzbekistán se surte con cuentagotas y por las mañanas hay
cola para llenar el tanque antes que se quede la gasolinera sin gota del
preciado destilado del petróleo. Nadie ha sabido explicar con claridad lo que
sucede, nos han dicho que son las empresas de carburante que hacen poco pero
eso es raro, no hemos visto ese problema ni en Mongolia. Seguramente sea algún
tipo de control que ejerce el gobierno.
En la carretera nos encontramos con un calor
abrasador, poco tardamos en dejar sin agua los camelbag. Aguantamos un rato
hasta que decidimos parar en una tienda para comprar agua y rellenar. Mientras
María va a comprar agua, se me acercan unos hombres para curiosear la moto. Yo
no estaba muy comunicativo y no les hago excesivo caso. Al rato, uno de ellos,
aparece con un pan típico; nos lo ofrece para que comamos algo. El pan está recién
hecho y es exquisito. Son estos momentos los que te hacen ver el valor de las
personas de esta tierra, los que dan sentido a nuestro viaje (igual que cuando
Ditto nos ayudó en Vuka).
Llegamos a Bukhara sin problema, apreciamos
que aunque turística es una ciudad bella. Como tenemos en el GPS un hotel, nos
acercamos y negociamos el precio. María consigue que por 22€ nos den una
estupenda habitación con aire acondicionado y desayuno. Estamos justo a 20
metros de la plaza principal.
Una ducha fría baja la temperatura de nuestra
sangre a niveles normales, ahora podemos salir a comer y conocer la ciudad.
En la puerta nos encontramos con dos
ciclistas que recorren Uzbekistán, un americano y una tailandesa. Estamos un
rato conversando sobre el país y la ciudad.
Decidimos comer algo en uno de los mejores
sitios de la ciudad, el restaurante de la plaza. Allí nos pedimos una ensalada,
un pincho de pollo a la barbacoa y pan, por supuesto, una cerveza local (María
se tomó un Sprite) debe acompañar nuestra comida. Por 14€ hemos comido, no es
barato pero está todo muy bueno.
Como necesitamos moneda del país, recurrimos
a cambiar algunos dólares en el hotel. El cambio es mucho mejor en el mercado
negro que en cualquier sitio oficial. Mañana deberíamos conseguir más efectivo,
nuestros dólares se acaban y no tenemos muchos euros encima.
Después de recorrer la ciudad y revisar las
siguientes rutas, cenamos algo típico: pilaf of Bukhara (carne de ternera sobre
zanahoria cocinada y arroz al curri), una ensalada griega, pan y un Sprite de
litro bien frío son el resto de la cena. Unos 11€ al cambio.
6 de agosto,
martes. 450 km. Bukhara – Khiva.
A las 7:00 estamos en pie, desayunamos
estupendamente y vamos en busca de un banco (necesitamos dinero).
Después de dar unas cuantas vueltas por la
ciudad, encontramos un NBU (National Bank of Uzbekistan). María entra para sacar
dólares (no queremos cambiar dólares por Som en un banco) y la llevan a una
habitación donde hay unas chicas que cambian dinero, allí le dicen que no puede
usar la tarjeta Visa y que debe ir a un hotel de la ciudad para hacer ese
trámite. A María no le convence ese sistema e intenta acceder al cajero para
sacar Som, pero se le acerca un policía y le coge la tarjeta; vuelve a llevarla
a la habitación anterior y le indican que con la Visa no le dan dinero allí
(pese a ser un cajero de Visa), que debe ir al hotel que le indican. Nos parece un tanto raro este lío que tienen
con el dinero y decidimos no perder más tiempo en la ciudad, la ruta de hoy es
larga.
Pasamos por varias gasolineras a la salida de
la ciudad y todas tienen enormes colas, también vemos grupos de camiones de
combustible, llenos, que están parados, así que decidimos repostar más
adelante.
Los primeros 200 km de carretera varía de un
asfalto de mal estado a un asfalto regular, para más adelante pasar a la nueva
carretera que están construyendo y está en perfecto estado. La mayoría de
nuestra ruta transcurre por una zona desértica, y no hay gasolineras.
Cuando repostamos el día anterior, llenamos
el tanque hasta el máximo y como no
hemos corrido mucho y el consumo se mantiene muy bajo y llegamos a hacer casi
600km sin saltar la reserva. Por seguridad, paramos en una gasolinera de las
que no tienen combustible y compramos 5 litros de gasolina a 3000 son el litro.
Llegamos a Khiva sin problema y nos
adentramos en sus históricas murallas para llegar al alojamiento. Un bed and
breakfast por 10 euros por persona, con aire acondicionado (muy apreciado en
estos días, aunque hoy no hemos superado los 32 grados en toda la ruta).
Salimos a pasear por la hermosa ciudad, y nos
sentimos como los viajeros de las antiguas caravanas de la Ruta de la Seda.
Cada rincón, cada minarete y cada arco evocan tiempos pasados de esplendor, que
en parte revivimos nosotros ahora. En uno de los lugares para comer en centro,
pedimos unos refrescos, pan y un plato típico (pimiento relleno de carne,
zanahoria, berenjena, patata, col y tomate cocinadas) con eso saciamos el
hambre del viajero.
Poo a poco el sol se pone en el horizonte y
matices naranjas, tiñen las murallas.
Después de una magnífica tarde recorriendo
Khiva, regresamos a nuestro alojamiento, donde disfrutamos de una agradable
velada en la terraza del hotel, donde hablamos en el gerente y nos dice que a
la mañana siguiente nos acompañará a comprar gasolina.
7 de agosto,
miércoles. 390 km. Khiva – Muynak.
El día comenzó, tras un excelente desayuno,
con dos objetivos: conseguir gasolina y dinero. El primero fue bastante fácil,
el del hotel nos acompañó a una casa donde una señora recargaba con una garrafa
de 5 litros y un embudo, el precio por las nubes 3200 sum (1.15 euros), pero
llenamos 30 litros. El segundo objetivo costó mucho más trabajo y un par de
horas más, tras María entrar en un banco y explicar que lo que quería era sacar
dinero con su tarjeta visa (casi imposible en Uzbekistán), se le acerca un
hombre y hablando “chapurreando” con él, muy amablemente se le ofrece para
acompañarle a otro banco y ayudarla a hacer las gestiones oportunas. Una vez
obtenidos los dólares, teníamos que cambiarlos a som uzbecos, en el banco el
cambio era malísimo, pero mientras esperaba a María, se me acercó, entre otros
muchos, un chico muy amable que trabajaba en un banco y sabía inglés. después de estar hablando con él y llegar María y decir que había sido imposible cambiar dinero, le pregunté a éste si nos podía ayudar y muy amablemente lo hizo, nos llevó a su casa y su tio nos cambió amablemente por la moneda del país.
Pusimos dirección Muynak, la carretera era aburrida, con muchas rectras y pocos
paisajes y algo de desierto. Pasamos por un puente flotante, custodiado por policías que dijeron a María que no hiciera fotos (pero a mi no me dijeron que no hiciera video).
Cuando llegamos a Kungrad,
pese a tener gasolina de sobra, intentamos comprar pero es imposible, así que
seguimos la ruta hasta llegar a Moinac.Vamos directamente al mirador del Mar de
Aral y allí además de una manífico pero triste paisaje, nos encontramos con unos cuantos coche del Mongol Rally que estaban haciendo el loco. ¡Como ha cambiado ese antiguo rally benéfico! Los chicos del coche parecían niños de papá que iban de "aventura". Supongo que habrá de todo.
El Mar de Aral es un lago al que los rusos decidieron corrtarle el suministro de agua de sus dos principales ríos para alimentar cultivos de algodón, esto produjo que poco a poco se secara hasta qudar reducido al 10% de su tamaño, ha sido un gran desastre ecológico, consentido por todo el MUNDO, puesto que ningún país dijo nada.
Llegamos al único hotel de la localidad, por fuera no parece tan deteriorado y por dentro, da la sensación de haber tenido tiempos mejores, sólo la sensacion, porque creemos que nunca los ha tendio. Mientras espero en la calle, María entra a preguntar por el precio y por la cena, y allí, me encuentro con una gato pequeño que veo que anda raro, arrastraba las patas de atrás, resulta que le atropelló un coche hace tiempo. María sale y el hotel nos cuesta unos 17€ con desayuno, la cena cuesta 2.5€.
En el hotel nos encontramos con unos franceses que llevan 3 días allí, quieren ir a visitar el Mar de Aral. Mientras cenamos un cutre Plov (carecía de carne y estaba regular) con los otros huéspedes, nos comentan que en Uzbekistán se cocina casi todo con aceite de algodón y como no es de lo más digestivo, luego se nota en el estómago. Ciertamente, es el país donde más raro hemos notado nuestro estómago.
Noto que mi espalda está tensa, así que tras despedirme del grupo me tomo un relajante muscular y nos retiramos a descansar. Mañana queremos cruzar la frontera con Kazajistán y la ruta es larga, tendremos que levantarnos temprano.
Como curiosidad de Uzbekistán, comentar que es el país de los Crevrolet y Daewoo. Mientras que Tajikistán está colonizado por Opel.