15 de julio, lunes. 180 km.
Olgiy – Kosh-Agach.
Nos levantamos temprano,
desayunamos y preparamos las cosas. Mientras estamos colocando las maletas,
vemos que un camión todoterreno aparca cerca. De él salen cuatro personas buscando
algo, cuando se nos acercar espetan un simple hola y disparan su pregunta. Como
no les supimos resolver su duda, se marcharon sin mediar más palabras. Nos
sorprende como puede viajar gente con tal déficit de educación. Terminamos de
montar las cosas y salimos camino hacia la frontera.
Después de unos cuantos
kilómetros de pistas, llegamos a la frontera mongola. Allí nos encontramos con
una pareja de motoristas de Canadá (padre e hijo). Nos informan que dejan pasar
dos coches cada 20 minutos. Cuando tenemos delante 3 coches, llega la hora de
almorzar de los agentes de frontera. Ahora tendremos que esperar una hora más.
Por fin abren la barrera y
pasamos, nos toca hacer los trámites pertinentes. Cuando sólo nos
queda sellar el pasaporte y, delante de nosotros se encuentra una familia
kazaja, se cuelan unos mongoles. A los dos primeros se lo permitimos, pero
cuando vemos que van a seguir colándose y la familia kazaja no dice nada, ya
nos ponemos serios y les indicamos que no se lo vamos a permitir. Nos sorprende
que en estas situaciones, los agentes de frontera no hagan absolutamente nada
por mantener el orden. Es increíble la mala educación que tienen algunos
mongoles en las fronteras, ya lo pudimos comprobar a nuestra entrada en
Mongolia. Como consejo, a los futuros viajeros a Mongolia, les diría que se
pusieran serios en estas situaciones y que si tienen que soltarles un par de
h..st….s, digo voces, a dichos elementos, que no se repriman.
Al pasar la frontera mongola,
hay que recorrer unos pocos kilómetros de pista hasta un punto de control ruso.
Después de ese punto se encuentran casi 30 kilómetros de asfalto hasta la
frontera rusa. Aquí todo está más controlado que en la mongola. Rellenas los
documentos y pasas por los controles pertinentes. Hemos tardado en pasar las
dos fronteras unas cinco horas.
Entramos en Rusia y decidimos
terminar la ruta en Kosh Agach, donde nada más llegar tomamos algo de comer.
Estamos cansados y queremos descansar, mañana deberemos llegar a Barnaul.
Como necesitamos comprar algunas
cosas, vamos a una tienda local. Nos sorprende la variedad de productos que se
encuentran, en comparación con las tiendas de Mongolia. Eso sí, seguimos sin
encontrar desodorante para hombre (aún tengo del mío, aunque poco). Lo que sí
encontramos, y compramos, es el chocolate que nos regalaron un grupo de rusos
en Ulán-Udé y que ahora probaremos.
Ya ha oscurecido y volvemos a
nuestro alojamiento, una buena ducha y algo de Internet cierran la jornada.
Como cosa curiosa, en el hotel
tienen unas zapatillas para los huéspedes en la entrada. De tal manera que
cuando entras, te quitas tus zapatillas de calle o botas y te pones las del
hotel. Supongo que es para no manchar el suelo.
16 de julio, martes. 530 km. Kosh-Agach - Bisk.
Tras descansar, decidimos ir los tres a dar una vuelta por la ciudad para conocerla. Es diferente a otras ciudades rusas que conocemos, la gente tiene vitalidad, sonríe y es amable.
18 de julio, jueves. 460 km. Barnaul - Semey.
Después de una ducha relajante, salimos a cenar.
El restaurante del hotel está bastante bien y la familia que lo lleva es muy
simpática. Mientras degustamos unas cervezas de Kazajistán, probamos algo de
pescado seco y una ensalada de pepino, tomate, pimiento y lechuga. Poco tarda
en llegar un plato típico kazajo que hemos pedido, es como un shashlik de
ternera. Al terminar de cenar, les preguntamos a qué hora podemos desayunar;
nos indican que a las nueve, pero para esa hora ya debemos estar rodando. Así
que uno de los chicos nos acompaña a una tienda cercana para comprar zumo y
unos dulces típicos para desayunar. Nos sentimos muy cómodos en Kazajistán.
El cielo amenaza con lluvia,
pero nosotros debemos seguir nuestro camino. Después de desayunar en el hotel,
cambiar dinero en el banco y llenar de combustible el depósito de la moto,
emprendemos la ruta hacia Barnaul.
Pronto la carretera se vuelve
sinuosa y discurre entre montañas y ríos. Los paisajes son de una belleza
increíble y, aunque ha empezado a llover, disfrutamos de rodar por esa zona.
A la hora de comer, paramos en
un café donde hemos visto las motos de los canadienses que encontramos en la
frontera el día anterior. Mientras esperamos nuestra comida, pasamos un buen
rato de charla con ellos. Pretenden atajar por pistas para llegar a la frontera
de Kazajistán, en lugar de subir hasta Barnaul. Al terminar de comer seguimos
nuestra ruta dirección Norte.
A las dos horas, comienza una
lluvia intensa, que cada vez va a más. Cuando llevamos más de una hora y media
bajo esa incesante lluvia, decidimos para en Bisk. Allí encontramos un
estupendo hotel de madera, donde resguardarnos del temporal y recuperar
fuerzas.
Cenamos unas costillas tipo shashlik, mientras
bebemos unas cervezas rusas, pronto nos entra la risa tonta y decidimos que es
el momento adecuado de acostarse. Hemos conseguido recorrer 530 km, mañana
llegaremos a nuestro destino, Barnaul.
17 de julio, miércoles. 160 km. Bisk - Barnaul.
La mañana está soleada y parece
que no nos lloverá en nuestro camino hacia Barnaul, hemos quedado en reunirnos
con Emilio, otro español que viaja en moto. Contactó con nosotros para recabar información sobre el viaje antes de salir.
Llegamos sobre las 14:00 a
Barnaul, en la puerta del hotel estaba la Teneré de nuestro amigo. Junto a
nosotros a llegado un motero ruso para ayudar a cambiar las ruedas de la moto
de Jan (Emilio). No llevamos ni dos minutos en la puerta, cuando de lejos vemos a un
español ¡se nos reconoce con facilidad!
Después de acomodarnos en
nuestro alojamiento, salimos a comer. Para acompañar las dos cervezas de medio
litro que hemos pedido, tenemos un shashlik de pollo y una sopa okroska (que
poco tiene que ver con la de Lituania). Mientras comemos, informamos a Jan sobre
nuestra aventura en Mongolia (ruta, comida, gente,…) Al terminar de comer,
damos un paseo por el mercado de la zona y, por fin, encontramos desodorante
para hombre.
Tras descansar, decidimos ir los tres a dar una vuelta por la ciudad para conocerla. Es diferente a otras ciudades rusas que conocemos, la gente tiene vitalidad, sonríe y es amable.
Cuando llega la hora de cenar
(hora española) salimos en busca de un restaurante pero aquí, en Rusia (como en muchos otros países), no
esperes cenar a partir de las 21.00, así que entramos en un supermercado para
comprar algunas cosas. Mientras miramos las cervezas, un chico nos indica,
en un buen inglés, que a partir de las 21:00 no venden alcohol, intenta
ayudarnos en la búsqueda de un restaurante con su teléfono, pero decidimos que
es demasiado tarde para dar vueltas. Mientras esperamos en la cola, le
comentamos el viaje que estamos haciendo. Al irse,
nos desea buena suerte en nuestra aventura.
Cenamos en el hotel pasando un
buen rato con Emilio, mientras hablamos de política, viajes y motos, entre
otros temas, se ha hecho tarde y tenemos que acostarnos. Nos despedimos de él
porque saldrá bastante temprano y no nos veremos en el desayuno.
Ha sido muy gratificante poder encontrarnos con
Jan en Barnaul y nos hemos podido conocer en persona.
18 de julio, jueves. 460 km. Barnaul - Semey.
Después de desayunar en el hotel
de Barnaul, cuando fuimos a poner nuestro equipaje en la moto, nos encontramos
con una nota de Emilio. Nos alegró la mañana. Pocas veces
encuentras una persona tan detallista. Le deseamos un buen viaje, que disfrute
mucho de Mongolia y que llegue a cumplir su sueño.
Emprendimos la ruta con
dirección Sur hacia la frontera entre Rusia y Kazajistán. Nos separaban de ella
más de 300 km. La carretera no está mal y el tráfico es moderado. Hemos dejado
atrás una de las ciudades rusas que más nos ha gustado.
Hacemos una parada de rigor para beber agua y revisar algunos puntos de la moto. Nuestros neumáticos de campo tienen 3.000 km y siguen dando guerra. Procuro no dar acelerones y conducir a velocidades entre 80 y 100 km/h, el peso es lo que más lastra su duración.
Cruzamos la frontera en una
hora. Tanto los oficiales rusos como kazajos han sido eficientes, rápidos y
simpáticos. También nos ha ayudado una pareja de rusos en la frontera. Aquí
notamos un cambio de humor positivo en
la gente. Nos imprime energía positiva para seguir con nuestro viaje.
A los pocos kilómetros de salir
de la frontera, nos para una patrulla de la policía kazaja. El trato ha sido
muy amistoso y hemos intercambiado con ellos algunas palabras en inglés. Les
hemos contado nuestro viaje y el tiempo que tardaremos en realizarlo. Antes de irnos nos advierten del mal estado de la carretera, nos dicen que tengamos cuidado.
No tardamos mucho en llegar a
Semey, allí tenemos localizado el hotel. Justo antes de entrar, nos persigue un
coche. Son dos chicos que pertenecen a un club de motos, y entablan un rato de
conversación con nosotros. Poco tardan en llegar otras personas, preguntan de
dónde venimos, a dónde vamos y más cosas sobre el viaje. La gente es simpática
y agradable, a la vez que curiosa.
Conseguimos que en el hotel nos
acepten dólares, pues en la frontera no había dónde cambiar. Mañana buscaremos
cambiar algunos dólares por Tenges kazajos.