19 de julio, viernes. 630 km.
Semey – Kabambay.
Desayunamos lo que habíamos
comprado la tarde anterior, hicimos el equipaje y salimos del hotel con tres
objetivos: limpiar la moto, cambiar moneda y comprar una tarjeta de datos. El
primero no pudimos cumplirlo, pues eran las 8:00 y no abrían hasta las 9:00;
nos fuimos al centro de Semey en busca de un banco, tuvimos suerte y en frente
del banco se encontraba una tienda de telefonía. Aunque tuvimos que esperar
hasta las 9:00, en una hora teníamos todo resuelto.
Nos esperaban más de 600 km y
nada más empezar nos encontramos con obras en la calzada, que nos
ralentizaron casi una hora. Unos cuantos kilómetros más, nos empezó a llover y pasamos por
una zona, donde había granizado minutos antes ¡nos salvamos por los pelos!
Pero otra nube nos amenazaba y decidimos parar a comer y dejar que pasara.
Con el estomago lleno,
emprendimos nuestra ruta y dejamos atrás
las lluvias de la mañana para encontrarnos con un fuerte viento. Pasado el
viento empezó a lucir un sol radiante y a subir la temperatura hasta los 33 grados
(por suerte, la temperatura no bajó a los 19 grados de la mañana).
Llegamos a Kabambay con los
últimos rayos de sol y nos dirigimos a un hotel, que ya no es hotel, pero en él
nos habilitaron y limpiaron una habitación. Allí también pudimos cenar y degustar
dos cervezas kazajas. Poco tardamos en cerrar los ojos, la etapa había sido
larga y cansada.
20 de julio, sábado. 500 km.
Kabambay – Almaty.
Preparamos el equipaje y nos
fuimos a una panadería del pueblo para comprar un zumo y unos pasteles típicos de
allí. Con las pilas cargadas, pusimos rumbo a nuestro destino del día: Almaty.
Al llegar al primer pueblo la
calle principal estaba cortada, así que tuvimos que dar un pequeño rodeo, donde
nos pararon unos lugareños para indicarnos el camino y curiosear sobre nosotros
y el viaje. Al final terminamos hablando del Real Madrid y del Barcelona.
A mitad de ruta decidimos para a
comer y, por suerte, encontramos un sitio casero en el que hacían shashlik. María
se tomó uno de ave (que nos dijeron que no era pollo) y yo uno de cerdo. Cuando
terminamos de comer, nos regalaron un litro de Kompot casero (bebida
refrescante de cerezas).
Cuanto más al sur de
Kazajistan, vamos que peor conducen. Observamos que aplican el método de conducción
ruso-mongol, es decir: no me importa las normas y conduzco sin preocuparme de
los demás.
Camino de Almaty pasamos por una zona de casinos y playas.
Llegamos al Hotel que hemos
reservado por internet en Almaty, pese a que por fuera no invita a entrar, la
habitación es estupenda. Después de una buena ducha y organizar algunas cosas,
salimos a cenar. Las estaciones de trenes y autobuses están próximas, por lo
que encontramos sin problemas un sitio para comer algo. Dos cervezas de medio
litro, una empanada de cordero, una salchicha con hojaldre, un shashlik de
cerdo y una ensalada de pepino, ternera, cebolla y champiñones, deleitan nuestros
paladares. Ya estamos listos para reunirnos con Morfeo.