18 de junio, martes. – 600 km
Me levanto temprano, desayuno y pregunto en
recepción por una tienda de telefonía, necesito una tarjeta SIM de datos. Una
de las recepcionistas, que he terminado su turno, me acompaña a dos tiendas
cercanas, en la primera no tienen tarjetas de 1GB/mes y en la otra parece que
están poniendo problemas (ella no sabe explicármelo bien). Así que le doy las
gracias y vuelvo al hotel para sacar dinero del cajero y salir hacia Moscú.
Intento por dos veces sacar rublos, pero el cajero me indica que la operación
no se puede realizar temporalmente. Dos de las cosas que debía hacer han salido
mal, son pequeños inconvenientes.
Salgo dirección Moscú, está a unos 470 km y
preveo estar a una buena hora. Obras, obras y más obras, me encuentro con
bastantes obras en la carretera. Unos tres tramos de 20 km cada uno, rodando a
una velocidad de risa o parado. Cuando quedan unos 100 km para llegar a Moscú, se
puede notar el tráfico de esta gran ciudad, pero no te das cuenta de verdad
hasta que ves que estás parado en el centro y no te mueves. Poco a poco la moto
se va calentando, la GS es una bóxer refrigerada por aire-aceite, si no se
mueve se calienta y es necesario parar el motor. Eso tuve que hacer un par de
ocasiones. Como veo que no voy a llegar a la Plaza Roja a horas “normales”, me
dirijo hacia las afueras, aunque antes quiero encontrar un cajero. En un
semáforo me encuentro con un motorista que tiene una Bmw con la radio a tope y
una bonita gorra como casco. Le pregunto por un cajero y me hace de guía, de
guía de la muerte, porque tuve que seguirle de forma algo temeraria por Moscú.
Consigo sacar algunos rublos y me dice que si quiero comer, son las seis de la
tarde y ya he picado algunas cosas cuando paré la moto al calentarse. Nos
despedimos y vuelvo a mis objetivos: el primero, encontrar una tienda de
telefonía y, el segundo, ir a la Plaza Roja. Queda claro que el Hombre es el
único animal que tropieza dos veces con la misma piedra, me vuelvo a ver metido
en los atascos del centro (quien me conoce bien, sabe que no puedo con los
atascos, que me ponen bastante nervioso). Así que decido salir y buscar un
hotel. Descubro que Moscú es la ciudad de los atascos, para entrar, para salir
y para circular por el centro. Paro la moto en una zona tranquila y espero una
hora.
Como los hoteles en Moscú son muy caros,
busco con el GPS algunos en las afueras. El primero es un cuatro estrellas con
un Ferrari en el parking, mejor no entro a preguntar el precio. El segundo, no
existe, parece que la base de datos de Garmin no está muy al día (tengo la
última versión para Rusia). El tercero, está en el recinto donde se celebraron
los Juegos Olímpicos de 1980, la zona está algo dejada y
el hotel no es nada del otro mundo, me piden 85€ por la habitación. Le digo que
es caro y me voy. Pese a ser una ciudad con mucho turismo, no se manejan con el
inglés. Tengo que decidir qué hacer, así que viendo las horas que son (sobre
las 20:00) decido acercarme a la Plaza Roja (ya no habrá atascos por el centro)
y luego saldré por el este de la ciudad. Cierto, atascos no hay, ahora me
encuentro con unos conductores que van como Fernando Alonso en plena carrera
pero con Bmw, Mercedes, Lexus…pisan a fondo y listo. Con cuidado llego a la
Plaza Roja, hago unas fotos de rigor y decido salir de la ciudad. Estoy molido
y la espalda me está matando, pero he de buscar un sitio para dormir. Las
tiendas de telefonía que he visto estaban cerradas o en una avenida en la que
no puedes parar por ningún lado.
¡Otro
atasco! ¡Noooo! Son las 23:00 y estoy metido en un atasco para salir de la
ciudad, no puedo más, decido parar en una gasolinera y esperar. Aprovecho para
buscar una red wifi y llamar a María. Mientras hablo con ella veo que el
tráfico empieza a ser fluido, lo noto porque los coches vuelan sobre el
asfalto, casi literalmente. Primera y a fondo, segunda y a fondo…y los coches automáticos:
pie a fondo. Las motos también a tope y los camiones, pufff, como si estuvieran
en una competición. En un momento de calma, decido salir y retomar mi ruta. Bien,
algo de tranquilidad…hasta que llego a las afueras y me encuentro de nuevo en
otro atasco, ya estoy inmerso, así que decido aguantar y alejarme todo lo
posible. El tráfico es caótico, veloz, terrible. Aguanto sobre la moto hasta
las dos de la mañana, he recorrido 600 km y no encuentro alojamiento alguno.
Decido entrar en una gasolinera y acomodarme en un rincón. Dos horas más tarde, y algo descansado, veo
que el tráfico sigue siendo una locura pero quiero seguir buscando un hotel. No
sé si por azar o por gracia divina, sale uno a 400 metros de la gasolinera. Voy
a mirar y resulta que sí, el GPS ha acertado. Así que pregunto y encuentro
habitación, descansaré lo que pueda. Ha sido una jornada para no olvidar y para
no repetir. El tráfico no cesa las 24 horas del día.
Me despierto sobre las ocho, decido ducharme y salir, no estoy lo suficientemente lejos del Moscú. Sigo necesitando una tarjeta de datos y sacar más efectivo de un cajero.
Continúo rodeado de camiones, me
pasan por todos los lados (igual que el resto de vehículos). Respetar las
normas de circulación es peligroso, funciona mejor el sistema: sálvese quien
pueda. Pretender ir a velocidad legal no es posible, bueno, es posible pero
puede tener riesgos.
A la hora de salir del hotel
encuentro una tienda de MTS Telefonía, así que entro a comprar una tarjeta de
datos. Veo que con inglés no llegaré a nada, tendré que poner en práctica el
curso de ruso. ¡Funciona! He comprado una tarjeta de 1GB/mes, para los meses de
junio, julio y agosto, y para toda Rusia. ¡Bien! Objetivo cumplido, ¿o no? No
tengo Internet en el teléfono, pregunto en la tienda y me dicen que tarda de 15
a 20 minutos en activarse, puedo esperar. Pasa más de media hora y nada, miro y
veo que no se ha configurado de forma automática el APN (el servidor de datos).
Entro de nuevo a la tienda y se lo explico (le escribo en cirílico DATA-APN),
tras una breve llamada me llega un SMS con la configuración. Ahora sí, ¡ya
tengo Internet! Casi se me saltan las lágrimas, vuelvo a estar comunicado. Lo
primero que hago es avisar a María, estoy bien y sigo para adelante.
Continúo la ruta que tengo
programada en el GPS, pero marco que entre en una ciudad (Vladimir) para sacar
dinero en un cajero. De nuevo, atascos. El GPS me lleva por donde quiere,
calles que son caminos o que no existen…pregunto a una señora por un cajero (en
mi ruso) y me dice que no sabe dónde hay uno. Vuelvo a intentarlo con el GPS y
consigo llegar a un centro comercial, bien, seguro que hay alguno. Saco rublos y,
cuando me voy a montar en la moto, me aborda un chico para venderme un Samsung
Galaxy S3, me enseña la factura e insiste, pongo cara de tonto (cosa que no es
muy difícil) y le digo que no entiendo (de nuevo, con mi ruso de calle).
Desiste y me monto en la moto, a ver si salgo de la ciudad. Me he prometido
visitar pocas ciudades, no les encuentro mucho atractivo y siempre tienen
atascos. Recuerdo una de las ocasiones, que estando parado en el carril izquierdo
y con línea doble continua a mi lado, varios coches me han pasado invadiendo el
sentido contrario para ponerse los primeros en el semáforo (eran grandes todoterrenos);
lo mismo hacen por el arcén, que también se usa como carril de adelantamiento.Ya tengo los dos objetivos cumplidos: comunicaciones
y efectivo, ahora a seguir la ruta. El resto del día discurre entre coches y
camiones. Recorridos 750 km llego al hotel, no está nada mal. Me registro, me
ducho y descanso un rato. Decido ir a la calle para ver dónde puedo cenar,
nada, que por allí no hay. Pregunto en el hotel y me dicen que en 30 minutos
pueden hacerme algo de cenar, están celebrando un cumpleaños en el bar y lo
tienen reservado. Ya tengo la cena: kotleta
(parecido al filete ruso pero tipo albóndiga), puré de patatas y ensalada
Olivié (realmente es el origen de lo que se conoce en España como la
ensaladilla rusa), todo “regado” con una estupenda Coca-Cola cosecha de 2013.
¡Genial! La cena está estupenda y sólo ha costado 3,5€. Ahora un rato de
videoconferencia con María, que tiene la compañía de nuestras amigas Coral y
Dori (serán las niñeras de Fuu y Car este verano, que son nuestras tortugas).
Ya toca descansar, mañana la ruta no es muy larga: 550 km.
Algunos billetes rusos. |
20 de junio, jueves. -750 km.
La temperatura es agradable, 17ºC, está
nublado y me siento de buen humor. El estrés de conducir por Moscú se ha ido.
Así que emprendo mi camino y observo que al alejarme de Moscú el tráfico es
menos infernal, esto no quiere decir que sea bueno, te siguen adelantando por
todos los lados y es peligroso.
A mitad de mañana baja la temperatura a 14ºC
y empieza a llover. Al parar en una gasolinera se me acerca un chico para ver
la moto, me comenta que tiene un Suzuki y una de enduro. Se queda sorprendido
cuando le explico que con los 33 litros de gasolina hago más de 500 km. Me
despido y continúo la ruta.
Ya no llueve, sale el sol y la temperatura
empieza a subir. Llega hasta los 36ºC, he de parar a quitar capas de la
chaqueta o moriré ahogado en mi propio sudor.
A medida que voy hacia el Este, los paisajes,
la gente y las casas cambian; igual que la hora, son 4 horas más que en España.
Esto empieza a parecerse más a lo que quería ver. Estiro la ruta desde los 550 km que tenía
pensados hasta unos 750 km. Me paro en un hotel de carretera con un aspecto
“algo” lamentable (la habitación tiene manchas en el papel de las paredes,
tiene telas de araña en todos los rincones y no está precisamente limpia, por
lo menos las sábanas están limpias y huelen a suavizante), pero no puedo seguir
conduciendo. Ceno antes de “acomodarme” en la habitación (por decir algo), me
ducho (el baño está inundado, quien se ha duchado antes no sé que ha hecho) y
me pongo a escribir en el PC. Ya es hora de dormir, mañana saldré temprano.
Las fotos no hacen justicia del lugar, había telas de araña por todos los lados y no se aprecian las manchas en las paredes.
Aunque el título del video pone 21 de junio, es del 20 de junio.
21 de junio, viernes. - 520 km. Chelny - Chelyabinsk.
Me levanto temprano y continúo dirección Este. Paro en una gasolinera para comprar agua, un
refresco, zumo de naranja y unas galletas para desayunar. Estoy en una zona
rural y la gente se ve más curiosa, me preguntan de dónde vengo (atkuda) y a
dónde voy (kuda), me dicen que estoy lejos (dalekó); todos me desean buen
viaje. Y muchos piensan que soy alemán, por llevar una moto de marca alemana.
Unos kilómetros más adelante me saluda un
coche, cuando lo adelanto me hacen gestos para parar en el arcén. Al parar salen dos chicos de unos veinte y pocos años. Uno me dice que es motero, que
tiene una moto rusa de 1960. Me invitan a tomar té en casa de uno de ellos para
charlar, pero debo desviarme más de 50 km de mi ruta y, por ahora, solo he
recorrido 150 km. Declino la invitación, muy a mi pesar, y seguimos un rato charlando.
Les digo de dónde vengo, a dónde voy, que me reuniré con mi mujer en Ulán-Udé y
regresaremos por otros países más al sur de Rusia. Me desean buen viaje y nos
despedimos.
La primera parte de la ruta es cómoda, son
carreteras con pocos camiones y en un entorno algo rural. Pero poco a poco va
cambiando, me acerco a Ufa y ya el tráfico se vuelve pesado y lento. Ya me he
cruzado con varios motoristas que viajan solos, por el tipo de moto diría que
se han “acercado” a Mongolia.
Empiezo el ascenso a los Urales inmerso en un
tráfico de camiones y coches. En muchos casos las cuestas de subida son a
10km/h, pues los camiones no pueden con su carga. Decido parar a hidratarme con
el agua y el refresco que compré. Veo que realmente se conduce de una manera
imprudente por gran parte de los que llevan los coches y camiones.
Me estoy acercando a Chelyabinsk, donde cayó
un meteorito hace poco. Pero no entro, lo esquivo y sigo mi ruta para llegar a
un alojamiento. El sitio está bastante bien, por un euro más que el de la noche
anterior (21€) tengo una habitación limpia, con baño dentro y más acogedora.
Como algo, en el bar, antes de acomodarme y lavo algo de ropa. No tienen wifi y
mi cobertura de datos es mala, poco puedo hacer. Me relajo y descanso, he
recorrido más de la mitad del camino entre Torremolinos y Ulán-Udé.
Aunque el título del video pone 20 de junio, corresponde al 21 de junio.
22 de junio, sábado. - 730 km. Chelyabinsk - Kutrinka.
Salgo con tranquilidad, el día va a ser largo y no conviene quemarse antes de tiempo. Preveo un día monótono, kilómetros y más kilómetros.
La habitación está bastante bien, el baño es compartido con otra y el precio es caro (37 euros), pero a estas alturas me vale. Ceno y me retiro a mi alojamiento, el cual tiene Internet y me permite comunicarme y actualizar algunas entradas del blog. Pronto noto un fallo en la habitación: al abrirla para limpiarla, dejaron la ventana abierta y han entrado unos cuantos mosquitos gigantes. No puedo matarlos a todos, así que haré uso de mi repelente a ver qué tal funciona. Me duermo entre zumbidos, estoy exhausto.
Salgo con tranquilidad, el día va a ser largo y no conviene quemarse antes de tiempo. Preveo un día monótono, kilómetros y más kilómetros.
A media mañana me hace señales
un tipo que se encuentra con el coche parado en el arcén, paro por si necesita
ayuda. Al acercarse a mi veo que no parece ruso, me pide un poco de dinero. Me
hago el sueco y le digo que no entiendo nada de ruso, entonces me habla en
inglés (menos mal que no vio mi cara de sorpresa, poco inglés he escuchado en
Rusia) y me dice que es Griego, que no funciona su tarjeta y necesita algo de
dinero, quiere cambiarme un anillo que lleva por mil rublos. Como me parece
extraño, que alguien que esté tirado en la carretera pida dinero en lugar de
ayuda, le digo que no llevo efectivo, que uso tarjeta de crédito. Me da las
gracias y se despide. Continúo con mi ruta y mis pensamientos sobre el tipo
griego, sobre el Euro, sobre España y la Eurozona; me doy cuenta que estoy en
Rusia con la moto, camino de Mongolia y que lo que quiero es desconectar de
Europa. Así que me centro en el camino.
Lo que parecía iba a ser un día
tranquilo y monótono, se convierte en una jornada de conducción “entretenida”.
Me encuentro en una carretera principal que conduce a Omsk y en la cual el
asfalto se ha desvanecido (aún no sé lo que sucede realmente en las carreteras
en las que esto pasa), son unos cuantos kilómetros entre coches, todoterrenos y
camiones que van a lo suyo, con poco orden y mucha prisa. Salgo de la zona todo
cubierto de polvo, que espero se caiga con la marcha, y con ganas de llegar al
hotel, cenar y ducharme.
La habitación está bastante bien, el baño es compartido con otra y el precio es caro (37 euros), pero a estas alturas me vale. Ceno y me retiro a mi alojamiento, el cual tiene Internet y me permite comunicarme y actualizar algunas entradas del blog. Pronto noto un fallo en la habitación: al abrirla para limpiarla, dejaron la ventana abierta y han entrado unos cuantos mosquitos gigantes. No puedo matarlos a todos, así que haré uso de mi repelente a ver qué tal funciona. Me duermo entre zumbidos, estoy exhausto.
23 de junio, domingo. - 510 km. Kutrinka - Novosibirsk.
No he descansado mucho, la sola
idea de los mosquitos rondando a mí alrededor no me ha permitido dormir bien.
Aunque parece que el repelente funciona bastante bien, estoy intacto. Hago las
maletas y salgo a preparar la moto. Mientras monto las cosas, se acerca un
chico a preguntarme por la moto y el viaje, nos entendemos a medias, parece que
la hermana entiende un poco más lo que digo. Se hace una foto con la moto y
salgo esperando que el nuevo día sea próspero.
Cuando paro a desayunar observo
que el amortiguador delantero ha tirado algo de aceite. ¡No puede ser! Si lo
llevé a realizar el mantenimiento hace 3 semanas y solo he recorrido 7.500 km y
ya da problemas. Le mando las fotos a Guillermo, el chico de Goby Racing, para
que me dé su opinión. No me aporta mucho, me dice que si puedo llevárselo.
Estoy en Rusia a más de 7.000 km, no es una opción. Le pido, que me mande por
correo la información necesaria para, en caso de que siga perdiendo aceite,
repararlo en Irkutsk. Me dice que me la mandará. Prosigo mi ruta con poco
ánimo, pues no ha empezado aún el camino duro y tengo ese problema. También
falla el puño calefactable izquierdo, el que reparé hace más de un mes. Este
problema no es tan importante, me preocupa bastante menos. Informo a mis amigos
del problema y enseguida empiezan a buscar soluciones.
Llego cansado al hotel, estoy
cerca de Nobosibirsk y no sé si entrar en la ciudad para buscar un mecánico o
parar y descansar. Fernando me indica por Whatsapp que podría ir a algún club
motero para que me ayuden, me pasa la información por correo. Al final, decido
descansar y mañana ya veré que hacer. El amortiguador parece que no ha perdido
más aceite.
Al rato de estar en la calle,
intentando hablar por teléfono con Fernando, se me acerca un chico que forma
parte de los vigilantes de aparcamiento de la zona. Habla un buen inglés y se
llama Alexey. Le comento lo que pasa y me dice que si me dan los datos del
mecánico o club de motos al que ir, el podría ayudarme a llegar. Le he dicho
que esperaré, que si sigue tirando iré a Irkutsk a reparar el amortiguador. Me
ayuda con la elección de la cena; pruebo un filete de pollo cubierto queso que
está bastante rico y una cerveza roja sorprendentemente sabrosa y de calidad.
Subo a mi habitación y preparo algunos videos. Mañana será otro día.
24 de junio, lunes. - 695 km. Novosibirsk - Achinsk.
Me despierto descansado y algo más optimista. No veo a Alexey para despedirme, preparo las cosas y salgo con la moto. Antes de parar a desayunar pasan por mi mente los churros con chocolate de la cafetería Versalles en Guadix o los churros (llamados “tejeringos” en Málaga) de Casa Aranda. Se nota que tengo hambre, paro a desayunar.
Me despierto descansado y algo más optimista. No veo a Alexey para despedirme, preparo las cosas y salgo con la moto. Antes de parar a desayunar pasan por mi mente los churros con chocolate de la cafetería Versalles en Guadix o los churros (llamados “tejeringos” en Málaga) de Casa Aranda. Se nota que tengo hambre, paro a desayunar.
Paso por Nobosibirsk, bueno, la
esquivo y sigo dirección Tomsk. Ya se nota menos tráfico de camiones y los
paisajes son más rurales. Las temperaturas son más bajas, percibo Siberia. Y lo
veo por las nubes de mosquitos que me rodean cuando paro, aunque sigo sin una
picadura.
No parece que el amortiguador
tire más aceite, Dani me comentó que puede que tuviera más de la cuenta y, en
un bache, soltara ese exceso. Le vuelvo a solicitar a Goby Racing información
para reparar aquí el amortiguador, me dice que me la mandará.
Me vuelvo a topar con una
carretera sin asfalto, no me preocupa el terreno, me preocupa circular rodeado
de camiones y coches a los que poco les importa que tú estés allí, que ellos
van a su ritmo y punto.
He decidido unir dos rutas para
realizar una más larga, así me acerco más a Ulán-Udé. Llego a un hotel cerca de
Achinsk, está en parte trasera de una gasolinera que parece abandonada. Estoy
cansado y me debe valer. Pregunto por el precio: 600rb (15€), está bien. En
teoría la habitación es compartida, pero a esas horas no creo que llegue nadie.
El baño también es compartido y no está tan bien. Bajo a cenar, la comida es
casera y no está mal. Mientras me termino mi litro de Coca-Cola en la calle,
llamo a María y, en plena conversación, sale un zorro corriendo entre la
maleza. Me acabo de dar cuenta que estoy en un bonito paraje. Ya se ha puesto
el sol y los mosquitos acechan, me subo a la habitación a escribir y descansar.
25 de junio, martes. - 650 km. Achinsk - Alzamay.
Comienza el día bastante fresco, ya se nota que he entrado en Siberia, recojo las cosas y salgo camino de Alzamay. En los primeros kilómetros veo puestos de venta en los arcenes, entre las cosas ofertadas se encuentran osos y zorros disecados, ¡qué pena!
26 de junio, miércoles. - 680 km. Alzamay - Kultuk.
Son las cinco de la mañana, ya se nota la luz del exterior y por suerte tengo el antifaz cerca, me lo pongo y continúo con mi merecido descanso. Llevo unas jornadas agotadoras. Antes que suene el despertador estoy en pié de guerra. Hago el petate y monto las cosas en la moto.
Hoy es el cumpleaños de María. ¡Muchas felicidades! Seguro que recibe alguna sorpresa.
Comienza el día bastante fresco, ya se nota que he entrado en Siberia, recojo las cosas y salgo camino de Alzamay. En los primeros kilómetros veo puestos de venta en los arcenes, entre las cosas ofertadas se encuentran osos y zorros disecados, ¡qué pena!
En algunos tramos de obra o
pequeños atascos se vuelve a ver el espíritu “deportivo” de algunos conductores.
Es recomendable llevar la pantalla del casco cerrada o casi cerrada, no sea que
una piedra salga disparada e impacte en vuestra cara (fijaos en el vídeo). Algunos conductores son
verdaderos asesinos potenciales al volante, no respetan las normas de seguridad
vial y, lo que es peor, no respetan la vida del resto de personas que están en
la carretera. Otro consejo: vigilad siempre los retrovisores, lo mismo no hay
nadie, que aparece un coche de la nada pegado a tú vehículo y con intenciones
de adelantar.
El día transcurre aburrido, un
poco de lluvia, otro poco de granizo, algo de fresco…y por suerte, parece que
el amortiguador sigue sin perder aceite. No obstante, vuelvo a pedirle a Goby
Racing que me mande información por si he de arreglarlo. Me dice que en una
hora me la manda.
A lo largo del viaje me he
cruzado con varios motoristas que regresan, supongo, de Ulán-Bator. Pero hoy, me
encuentro en mi mismo sentido una R1200GS. Decido para en el arcén para
saludar. Son un matrimonio italiano de unos cincuenta y tantos. Van a
Ulán-Bator y en su ruta de regreso pasarán por Moscú y San Petersburgo.
Cambiamos opiniones sobre la conducción en Rusia. La verdad es que después de
varios días intentando comunicarme en ruso (unas veces con más éxito que otras),
creo que me comunico perfectamente con los italianos. Nos hacemos unas fotos y
nos deseamos buen viaje.
Llego a mi alojamiento, aquí se paga por horas.
Decido que estaré de 21:00 a 9:00, son 660rb (16.5€), ceno y me ducho. Escribo un rato
y preparo algunos vídeos, mañana estaré más cerca de mi destino.
26 de junio, miércoles. - 680 km. Alzamay - Kultuk.
Son las cinco de la mañana, ya se nota la luz del exterior y por suerte tengo el antifaz cerca, me lo pongo y continúo con mi merecido descanso. Llevo unas jornadas agotadoras. Antes que suene el despertador estoy en pié de guerra. Hago el petate y monto las cosas en la moto.
Hoy es el cumpleaños de María. ¡Muchas felicidades! Seguro que recibe alguna sorpresa.
Fernando me ha avisado que puedo “disfrutar”
de 150 km de pistas, de esas carreteras que se desvanecen. Así que lleno el
depósito justo hasta el tapón y emprendo la marcha. Los primeros kilómetros son
muy tranquilos, discurren por una buena carretera y con unas vistas siberianas
inmejorables. La temperatura es algo baja: 7ºC.
El día, que tan soleado había amanecido, se
va nublando y antes de que empiece a llover paro a ponerme el forro impermeable
del pantalón y un segundo cortaviento en la chaqueta.
Paso mi primer tramo de carretera
“desvanecida”, son 20 km de coches y camiones que rujen como leones, pues sus
conductores creen que la prudencia es algo que con ellos no va. Levantan tal
polvareda que me voy obligado a parar un par de veces, no quiero caer en un
agujero por no poder ver mi camino. Por suerte, ya están asfaltados los otros
130 km que había de pista infernal.
Parece que el amortiguador va bien. Aún no tengo noticias de Goby. Lo comento en el foro
GS-Trail y Thomas me dice que en Sevilla hay uno que prepara los de su KTM y
que también toca los de Bmw, pero ahora necesito algo de información técnica por si he de desmontarlo.
A última hora de la mañana se pone a llover,
bien, voy preparado. Paro a desayunar y retomo mi camino. La lluvia no cesa,
más fuerte o más débil, pero insiste en mellar mi espíritu y el de la Tardis;
no podrá con nosotros, somos un equipo cabezota. Los que si nos intimidan un
poco son los que dirigen las ruedas de los vehículos cercanos, son temerarios
hasta lloviendo a mares; se pegan por detrás, te adelantan con una distancia de
medio metro, les importa poco tú vida.
Por fin llego al Lago Baikal, el más grande del Mundo, las vistas son extraordinarias. Tengo que encontrar un alojamiento y la moto pide combustible (ha aguantado 660 km sin pedir nada). Encuentro un gastinitza barato (15€), la habitación es compartida (aún no ha llegado nadie) y el baño, que también es compartido, está bastante bien. No tienen bar y como estoy muy cansado como para salir, tiro de unos cacahuetes que tenía en la reserva. Esta noche hará frío, la temperatura bajará a los 3 ó 4 grados centígrados.
Por fin llego al Lago Baikal, el más grande del Mundo, las vistas son extraordinarias. Tengo que encontrar un alojamiento y la moto pide combustible (ha aguantado 660 km sin pedir nada). Encuentro un gastinitza barato (15€), la habitación es compartida (aún no ha llegado nadie) y el baño, que también es compartido, está bastante bien. No tienen bar y como estoy muy cansado como para salir, tiro de unos cacahuetes que tenía en la reserva. Esta noche hará frío, la temperatura bajará a los 3 ó 4 grados centígrados.
27 de junio, jueves. - 360 km. Kultuk - Ulán-Udé.
Me despierto descansado y con ganas de
recorrer el lago. Preparo la moto y salgo de ruta, aunque antes he de repostar.
Cuando le indico a la cajera que ponga 30 litros de gasolina se sorprende, me
lo repite por dos veces para confirmarlo. Lleno el tanque y parto por la
carretera que bordea el Lago Baikal.
Este lago es el más grande del mundo y se
congela desde enero hasta mayo. Las vistas son bonitas y relajantes. Realmente
es como recorrer una costa, pues en ocasiones no se ve el otro extremo. Hoy la
ruta es corta y puedo tomármelo con mucha calma. Por suerte, hay poco tráfico y
los conductores no van muy acelerados. Eso sí, atravieso varios puntos de
carretera-pista, no sea que se me olvide lo de circular por campo.
Al poco de empezar la ruta, veo unas GS
aparcadas en un bar. Me parece extraño que no lleven maletas. Al volver a mirar, para fijarme mejor, observo que van con un todoterreno de apoyo. ¡Ay la buena
vida!
Son las 12:00 y me gustaría comer algo, pero
no encuentro ningún puesto de carretera que esté abierto, mejor dicho, no
encuentro puestos de carretera.
Voy terminando mi ruta inicial, que es de 260
km, pero la ciudad en la que debería alojarme (ya separada del lago) no se ve
muy acogedora y estoy a un poco más de cien kilómetros de Ulán-Udé. Decido
continuar. Paro en un café para comer, hasta que no me bajo y paro la moto, la
chica no me indica que está cerrado. Pues nada, vuelvo a subir y arranco.
Kilómetros más tarde encuentro uno abierto y entro, estoy hambriento.
Poco más de 45 minutos me separan de Ulán-Udé,
llego sin problemas y, aunque el tráfico no es relajado, tampoco es tan
estresante como en otras ciudades. Encuentro el hotel que he mirado por Booking,
me dan mi habitación rápido (por suerte hay una chica en recepción que sabe
inglés) y descanso por un buen rato. Dejaré que la moto también descanse un
par de días.
28 de junio, viernes. 0 km. Ulán-Udé.
Me levanto para bajar a desayunar, hoy no hay
prisa, hoy no hay kilómetros que recorrer. El hotel no está mal, por 22€
tengo habitación individual con lavabo (la ducha y el aseo son compartidos,
aunque están medianamente limpios), no tiene televisor y la conexión wifi no va
bien desde mi habitación (tengo que salir a una zona cercana al router). Por
suerte, mi conexión de datos va rápida. En el precio está incluido el desayuno,
tipo bufet. Así que hoy toca algo variado y en cantidad.
Después de desayunar subo algunos vídeos a Internet y
decido salir a dar una vuelta. Bueno, solo lo decido, porque empieza a llover y he de volver a mi habitación. Creo que hoy permaneceré encerrado con el
ordenador. Mientras tanto, me llega un correo de Goby Suspensiones, se estaba
equivocando con la dirección. El correo indica las medidas de los recambios por si he de repararlo, espero no tener que desmontar el amortiguador. Mañana intentaré
visitar el monumento de la cabeza de Lenin.
Aquí ya cambian las caras, estoy en Rusia
pero sus habitantes parecen de Mongolia, realmente estoy en Buriatia. Ya me
hago un lío hablando, no me encajan las caras con el idioma.
Hago tiempo escribiendo y comunicándome por
Internet, son muchos días hasta que llegue María. El tiempo no pasa. Espero
poder hacer algo de mantenimiento a la moto y dejarla casi lista, ha recorrido casi 10.000 km
A la hora de cenar bajo al restaurante del
hotel, los precios no me parecen baratos pero me pido un plato que veo en otra
mesa (es como la ternera con verduras de los restaurantes chinos, algo más
sabrosa) y lo acompaño de una cerveza negra bastante buena (es de medio litro y
tiene 9 grados). Me retiro a mi habitación a meditar, pues no tengo mucho más
que hacer. Ahora llueve a cántaros.
29 de junio, sábado. 0 km. Ulán-Udé.
Amanece lloviendo, por lo que preveo será un
día de encierro. Las temperaturas han bajado con respecto al día anterior y ya
tengo todo en orden: limpiada la pantalla del casco, cargada la cámara del casco, cargado el bluetooth, preparado el GPS, procesados y subidos los vídeos
a YouTube, subidas algunas crónicas, lavada alguna prenda de ropa…no tengo nada
que hacer.
Ahora que tengo tiempo me he percatado de dos
cosas: por aquí a la gente no le preocupa hacer ruido en los hoteles (portazos,
hablar fuerte por los pasillos, etc.) y les gusta que los coches tengan alarma
y hagan los correspondientes pitidos de activación-desactivación.
Para de llover y salgo a estirar las piernas,
la zona no es nada del otro mundo pero es tranquila. Camino 20 minutos para un
lado y para otro de la calle, y no veo nada de especial interés.
Esta mañana he recibido un WhatsApp de
Andrey, el ruso que conocí en el ferry y tiene una moto como la mía. Me dice
que cuando estemos por Ucrania le avise, que nos veremos allí. A ver si podemos
coincidir en fechas. También me comunico con Agustín, otro motero que ha
recorrido Kazajstán y se puso en contacto conmigo para recabar algo de
información, ahora está en Novosibirsk y va a intentar subir la moto en tren
para llevarla a Moscú.
Es la hora de comer y no quiero alejarme del
hotel, así que salgo a buscar algo para comprar y comer en mi habitación.
Encuentro un kiosco tipo panadería y veo una especie de empanada que supongo
tendrá relleno de carne o verdura. Me llevo dos diferentes, cuando las pido me dicen algo
que no consigo descifrar, así que ante la duda respondo: DA (si), sea lo que
sea. Tengo hambre y no quiero detenerme mucho. Al segundo descubro que me
preguntaban si las quería calientes, pues las están poniendo en el microondas.
También me llevo un refresco.
El día transcurre aburrido, salgo un par de
veces a observar la calle y vuelvo a mi cubículo para “descansar”. Me siento
como el “occidental errante” que vaga por el hotel. Mañana parece que hará un
buen día, así que podré salir a conocer la ciudad.
30 de junio, domingo. 0 km. Ulán-Udé.
Amanece, de nuevo, lloviendo. El tiempo se ha
confabulado para que no salga a conocer la ciudad. Al bajar a desayunar deja
de llover y empiezo a prepararme para salir a dar una vuelta. Antes subo las
crónicas pendientes al blog. Cuando voy a salir veo que vuelve a llover, ahora
con intensidad. ¿Qué está pasando? ¡Esto parece cachondeo!
Mientras espero que deje de llover, veo que
tengo un correo de Claus. Era uno de mis compañeros de camarote en el barco y
con quien más estuve hablando del viaje. Le comento el estado actual de la
aventura y que le mantendré informado.
Al fin cesa la lluvia. Me abrigo un poco y
salgo dirección al centro. No tengo prisa y voy a pie. A medida que me acerco
al centro las aceras mejoran y todo está más cuidado. Llego a la plaza
principal donde se encuentra la gran cabeza de Lenin. También hay algunos
edificios interesantes, así que dedico un rato a realizar algunas fotografías.
Al cruzar la calle, se me acerca un tipo con
no muy buena pinta. Desde el primer momento me imaginé por dónde quería ir. Me
dice, en ruso, que necesita unos rublos. Mi respuesta es que no entiendo ruso. A lo que me pregunta, con todo el valor del mundo y en inglés, que si sé
hablar inglés. Cuando le digo que sí, que qué quiere, ya no sabe qué más decir, deja de hablar
inglés. Creo que son las únicas palabras de inglés que sabe. Veo que sigue
insistiendo y me enseña unas monedas, le digo que no llevo dinero y que yo uso
mi tarjeta. Se ofrece a acompañarme a un cajero para sacar dinero, je, je, hay
que tener cara. Ya me pongo serio y le digo que no de forma tajante, supongo
que debe ver que mi cara ya no muestra un semblante tan amistoso. Se va farfullando algo que no entiendo, ni me interesa entender. Sigo a lo mío,
turismo a pie.
Continúo por una calle en la que veo una
especie de paseo. Es domingo y la gente está dando una vuelta. En la calle veo
casetas con carabinas de aire comprimido para disparar a objetivos y coches
eléctricos para alquilar a los niños pequeños. Realmente creo que son las
primeras, y únicas, clases de autoescuela que recibirán.
Mientras paseo, observo la forma de los
bancos, pese a parecer ortopédica e incómoda son realmente cómodos.
En mi ruta de retorno me dirijo a la estación
de tren de Ulán-Udé, en ella hace escala el transiberiano. Mientras estoy en un
puente que cruza las vías y se ven largos trenes de mercancías (madera, carbón,
etc.) hago algunas fotos. Y como en muchos de los países en los cuales se les
da un uniforme y una radio a alguien y se creen “Jefes de Estado”, se me acerca
un tipo diciendo que borre mis fotos (el resto de lo que dice no lo entiendo).
Como no quiero que descubra mi tapadera de agente secreto del MI6, que estoy
buscando unos misiles nucleares ocultos en vagones de carbón, accedo a borrar
las dos fotos que he realizado. Mientras sigo caminando, hago, por descuido,
alguna foto. Llego a la estación y allí no veo a ningún “Jefe del Estado Mayor”, así que realizo un par de fotos y vuelvo al hotel. En
algo más de tres horas el visto el centro de Ulán-Udé.
Si no fuera por los tres alemanes que me he cruzado hoy en el hotel, pensaría que soy el único europeo en la ciudad.
Por la tarde salgo a dar un paseo y decido
probar el Kvas que venden en los carros ambulantes. El kvas es una bebida que
se elabora con harina de centeno y malta o con harina de salvado, un poco de
pan de centeno y manzanas, la mezcla se deja fermentar en agua. Está bastante
buena y se le nota mucho el sabor a cereales.
1 de julio, lunes. 0 km. Ulán-Udé.
Después de desayunar empiezo a darle vueltas
al mantenimiento que quería hacerle a la moto. Cada 10.000 km toca cambiar el
aceite del motor y el filtro, el filtro de aire y hacer un reglaje de válvulas
y sincronizado. El reglaje de válvulas-sincronizado de cilindros descarté
hacerlo en el viaje, no es totalmente fundamental y, como mucho, baja un poco
el rendimiento del motor. El cambio de aceite de motor y filtro (que llevo uno
en la maleta), lo haré en el taller de Ulán-Bator donde me pongan los
neumáticos de enduro. Pero algo que yo suelo hacer cada 10.000 km, y según Bmw
se hace cada 20.000 km, es el cambio de valvulina de la propulsión trasera y
caja de cambios. Tengo la valvulina y pensaba hacerlo a los 10.000 km, pero voy
a esperar; además, la que tiene puesta es mejor que la recomendada en el
servicio oficial. El filtro de aire lo revisaré al salir de Mongolia, si está
en buen estado lo dejaré un poco más. No tengo mucho más que hacerle, bueno,
lavarla.
Decido volver al centro, el día es soleado y
me apetece caminar. Cuando llego a una de las plazas, la fuente está haciendo
figuras, con los chorros de agua, mientras suena música clásica de unos
altavoces que no logro encontrar. No tengo prisa, no tengo nada que hacer, así
que me quedo casi una hora disfrutando del relax.
De regreso al hotel compro un par de
empanadas, unos refrescos y una cerveza (Tres osos). Una de las empanadas ya la
he probado, tiene carne y cebolla dentro; la otra, tiene pollo y patata.
Por la tarde contacto con el alojamiento de
Ulán-Bator, confirmo nuestra fecha de llegada y que necesitaré cambiar los
neumáticos.
El resto de la tarde lo paso viendo algunos videos que
tengo de Kirguistán, Uzbekistán y Tayikistán.
2 de julio, martes. 12 km. Ulán-Udé.
Después de un buen desayuno decido que tengo
que hacer algo, no puedo pasar el día vagando por el hotel o la ciudad. Así que
recorro la calle en ambos sentidos buscando un autolavado (abtomoika) o un
sitio de recambios para comprar aceite de motor. He pensado que le haré yo el
cambio de aceite y filtro. No encuentro nada, así que me vuelvo al hotel y
pregunto a la chica de recepción que habla inglés (antes he preguntado a la
mujer que se encarga del aparcamiento, pese a que ha intentando localizarme
información por teléfono, no ha logrado esclarecerme nada). Al final, me
indican un sitio para lavar la moto. Menos es nada, podré quitarle toda la
suciedad que tiene, que aunque en la foto no se aprecia, la pantalla y el faro
no dejan pasar la luz.
Después de lavar la moto, busco en el GPS un
sitio de recambios de automóvil. Me lleva a un pequeño centro comercial donde
se agrupan varias tiendas de recambios, pregunto en algunas por un aceite
sintético 10W50. No hay suerte, así que salgo y busco un segundo sitio de recambios.
Esta vez me lleva a las afueras. Nada más aparcar salen dos chicos de la tienda
y empiezan a mirar la moto, les sorprende hasta el casco (bueno, a mí también
me sorprende mi casco, me parece precioso). Les pregunto si tienen aceite
sintético 10W50, primero en ruso y, cuando uno de ellos me responde en inglés,
ya le explico en inglés lo que busco. No tienen ningún sintético 10W50, pero sí
10W60. Bueno, es más caro y mejor. Así que compro 4 litros. Paso un rato
hablando con ellos, más con Vladimir, que es el que sabe inglés. El compite con
su bicicleta de montaña por el lago Baikal y me explica que hace años que no
habla inglés con nadie. Nos hacemos unas fotos y, tras desearme buen viaje, nos
despedimos.
Llego al hotel emocionado, he lavado la moto
y tengo un buen aceite. Podré hacerle yo la revisión. Prefiero usar un aceite
sintético 10W60 a uno 10W40 (que es el que tienen en el taller de Ulán-Bator), siempre será algo mejor. Pero tengo un pequeño
problema, no encuentro ningún recipiente para vaciar el cárter. Pues nada, a
salir a la calle a comprar una garrafa de agua de 5 litros como mínimo. Tardo
un rato en dar con ella, pero ya tengo todo lo necesario. Vuelvo al hotel y me
pongo a realizar el cambio de aceite. Mientras estoy en ello se acerca Dimitri,
un amigo de los del hotel. Está un pelín perjudicado por alguna que otra
cerveza que se habrá tomado, pero es simpático y, entre todo lo que habla,
entiendo alguna cosa.
Me despido del aceite sintético Castrol
10W50, que llevaba puesto, ha durado 10.000km. La moto no se ha
bebido más de medio litro y parece que ha realizado su cometido. No he rodado a grandes
velocidades ni con altas temperaturas. Ya le he puesto el nuevo, si he de
rellenar tendré que usar el medio litro que llevo de repuesto de 10W50, pero no creo que
sea un problema, ambos son sintéticos y de calidad. Por cierto, el aceite no es
que me haya costado barato, los cuatro litros han salido por 50€. También
observo que parece que el amortiguador delantero no ha vuelto a perder aceite,
seguiré atento. Ahora toca algo de
descanso, el rato de trabajo a 28ºC me ha dejado algo cansado.
Hace unos días descubrí el problema que tiene
el GPS. Resulta que cuando cargas una ruta y ya has recorrido la mitad, te pide
si deseas navegar al principio de la ruta. Si contestas que sí, pues te dirige
al principio; pero si contestas que no, que es lo lógico porque has recorrido
la mitad de la ruta, se reinicia. Supongo que será un problema de software. Se
lo he comunicado a Garmin hace un par de días. Espero den solución al problema,
de lo contrario será mi último Garmin. Actualmente están saliendo muchas otras
marcas de GPS que funcionan perfectamente y sin tener que gastarse 600€ en un dispositivo.
A última hora de la tarde bajo a realizar la
revisión electrónica a la moto, son 5 minutos lo que tardo. Todo está bien, me
indica el fallo del puño calefactable y nada más; le cambio el intervalo de
revisión para dentro de 10.000 km y listo.
Cuando entro en el hotel me encuentro con un
motero, se llama Michael y es austriaco. Ha recorrido casi todo el mundo, viaja
cuatro meses al año y deja la moto donde termina ese año el viaje. Al año
siguiente va a recogerla y seguir la ruta. Este año ha empezado en Japón y
vendrá con nosotros a Mongolia. Le acompaña una pareja de moteros rusos, el se llama Max y ella Natalia. Hemos
quedado para cenar y charlar un rato. Entre las cosas que me han contado, es que en Rusia la gasolina que se vende como de 92 octanos es de 80.
Realmente es interesante encontrarse con otros moteros y charlar sobre viajes. Yo pensaba que el día no podía ir a
mejor, pero, cosas de la vida, ha mejorado enormemente. Hemos quedado para
desayunar y ver algunas cosas de la ciudad.
3 de julio, miércoles. 10 km. Ulán-Udé.
Amanece lloviendo, era de
esperar pues ayer lavé la moto.
A las 9:00 he quedado con
Michael y la pareja rusa para desayunar juntos, por fin algo de compañía.
Michael viaja con una Africa Twin 750. A lo largo del desayuno
escucho historias sobre neumáticos, sobre Touratech y sobre el
viaje de Ewan McGregor y Charlie Boorman. Parece que, hoy,
poco podremos hacer; la lluvia amenaza con no cesar.
En mi habitación me doy cuenta
que las pequeñas heridas que me ha causado el casco en las orejas están casi
curadas. Pese a que tengo unas orejas pequeñas y que jamás me ha dado ningún
problema mi casco, de hecho siempre me ha parecido muy cómodo, los últimos días
de ruta, unas costuras interiores me han causado pequeños roces en las orejas.
Espero que no vuelva a suceder, de lo contrario usaré las tijeras para cortar
parte de las costuras.
Decidimos salir al centro de la
ciudad, llueve muy poco. Hacemos alguna foto y nos paramos a
comer un en café algo escondido por un callejón. Yo decido tomar buzz, que son esa
especie de sacos de pasta rellenos de carne. Lo acompaño de una cerveza que ha comprado
Michael en una tienda cercana. Ha salido el sol y regresamos al hotel, un rato
de descanso después del paseo nos vendrá bien a todos.
Mientras tanto, María me informa
que ya ha embarcado. Si todo va sobre ruedas, mañana a las 11:35 la recogeré en
el aeropuerto de Ulán-Udé.
A mitad de tarde le traen un
neumático usado a Michael para poder llegar a Ulán-Bator, allí pondrá unos de
enduro para recorrer Mongolia. Su actual neumático está muy gastado.
Después del cambio de neumáticos
nos viene a recoger un miembro del club de motos de Ulán-Udé, nos van a enseñar
su local. Allí nos invitan a té y a pastas, y nos muestran las estupendas
vistas que tienen de la ciudad. Al terminar la visita regresamos al hotel para cenar.
El día ha sido intenso, ya es hora de descansar.
4 de julio, jueves. 20 km. Ulán-Udé.
Hoy llega María, desayuno con
mis compañeros de hotel y cambio el equipaje de mi habitación individual a una
doble. Me preparo para recogerla en el aeropuerto.
Aviso a Michael que voy a salir
y regresaré sobre las 12:30 y me voy hacia el aeropuerto de Ulán-Udé. El
tráfico es rápido pero no tan peligroso como en ciudades anteriores. En mi camino
me saluda un todoterreno, el conductor
me pregunta que de dónde vengo, cuando le respondo que de España, me dice que
ha estado en Barcelona. Continuamos el camino cada uno por su lado.
Llego al aeropuerto con tiempo
de sobra, nada tiene que ver con otros aeropuertos más grandes. Aparcar es
fácil y gratis, la terminal tiene dos zonas: salidas y llegadas. Más simple
imposible. Accedo a la zona de llegadas y a los 20 minutos sale María por la
puerta. ¡Por fin! Ahora tenemos que recoger los neumáticos, la gente se acumula
cerca de una puerta que da acceso a la cinta de maletas como si de las rebajas
se tratara. Al rato salen los neumáticos, los cogemos y vamos a colocarlos en
la parte trasera de la moto.
Llegamos sin problema al hotel y
subimos a la habitación. Una buena ducha nos recarga las pilas para salir a dar
una vuelta. Cuando nos encontramos con Michael me dice que Max y Natalia ya se
han ido, ¡lástima! Me hubiera gustado despedirme de ellos, salí demasiado
rápido hacia el aeropuerto. Hemos decidido ir a un café de comida casera, el
menú: buzz, kotleta y ensalada vinagreta, acompañado de cerveza negra.
Regresamos al hotel para descansar un poco, por la tarde queremos pasear por la
plaza de Lenin.
Al regresar del centro, me acuerdo
que he de arreglar un agujero que tiene la bolsa trasera de la moto. Se ha
producido con el roce entre la maleta y la bolsa. Por suerte, nuestro amigo
Johnny nos dio unos buenos parches con pegamento de neumáticos. En principio es
por si se producía un agujero, en la cubierta, que no pudiera solucionar el kit
reparador de neumáticos, por ahora servirá para reparar la bolsa.
Es la hora de cenar, hemos
quedado con Michael para ir a un Steak House cercano pero está cerrado. Así que
volvemos al hotel, que tiene varios establecimientos, y encontramos un
restaurante chino de calidad. Por suerte, en la mesa de al lado, encontramos un
grupo de jóvenes de los cuales una sabe algo de inglés. Nos ayudan a elegir los platos y, antes de irse, nos
regalan una tableta de chocolate ruso. Todos los platos son sabrosos y generosos en
cantidad. Para acompañar la comida, unas ricas cervezas checas.
Mañana nos espera una buena
ruta, así que nos despedimos hasta las 7:30. Debemos llegar temprano a la
frontera entre Rusia y Mongolia.